A la punta del cerro
Hoy no acababa de terminar mi almuerzo cuando Basilio me sugirió salir a dar un paseo aprovechando que el clima había mejorado, tomar algunas fotografías y conversar de la vida. El dolor de brazos ha cesado bastante y se ha transformado en una “picazón” bastante molesta, seña expresa de que realmente tuve alguna lesión algo importante; aun no puedo levantar los brazos con toda libertad, pero la molestia es ya soportable y a ratos olvidada.
Cuando pasé a buscarlo a su departamento, aun no teníamos la mas mínima idea de cual sería nuestro destino. En cada esquina simplemente decidíamos si virar o seguir derecho. Sin darnos cuenta, terminamos dando vueltas en los cerros de Talcahuano y como si fuese poco, bastante perdidos entre sus subidas de 45 grados con callejones de piedra y tierra con canales suficientemente profundos para quedarse allí un rato largo intentando sacar el auto.
Fue asi como llegamos al puerto de San Vicente, tomamos algunas fotografías y continuamos el rumbo errante apreciando la gran vista de los cerros del puerto.
Decidimos entonces seguir alguna micro hasta su recorrido final. Apenas se nos puso delante una, la seguimos por los cerros, pasajes, baches, pozas y tierra hasta explorar el último pasaje y calle del sector de San Vicente y Los Lobos. Lástima que para entonces ya la luz del sol era muy tenue por lo que era bastante difícil lograr alguna fotografía que valiera la pena.
Luego de devolver las mil y una vueltas a los cerros y contemplar los cargueros en plena faena (y de hecharle gasolina al auto, que ya entre tanto cerro, subida y bajada, poca quedaba) el destino fue el Mall Plaza, que Basilio ya arrastraba sus colmillos por el suelo de hambre. “Dos promociones Rich con todo por favor”, Basilio con gusto a poco y yo a duras penas. Un par de paseos de rigor por las vitrinas y a casa, o al menos eso planeabamos en un principio.
A un par de cuadras de su departamento, nos detuvimos en un mirador a observar parte de Concepción y Talcahuano y alli nos quedamos sentados en el capó del auto conversando sobre la vida hasta las tantas de la noche hasta que se hizo lunes, acompañado por un cachorro amigo en busca de cariño. Se sentó con nosotros y nos acompaño gran parte de la noche con cara de querer dar su opinión frente a nuestros comentarios. Era bastante parecido a mi Bruno y a pesar de su timidez inicial, muy pronto me exijía que continuara haciéndole cariño.