Inhumanizandonos
Hace unos días, mientras viajaba en tren a Santiago, hubo un accidente. No acababamos de salir 100 metros de la estación de Curicó, cuando el tren frena. Nadie sabía el porqué y a los 5 minutos ya empezábamos a inquietarnos cuando un pasajero cruza por mi lado diciendo «atropellamos a alguien, acabo de ver un brazo para aca y una pierna hacia el otro lado…».
¿Cual fue la reaccion de todos, incluyendome?. ¡Maldición, nos vamos a atrasar horas!.
En menos tiempo aun, ya estaba lleno de curiosos, asistiendo a la entretención de ese aburrido martes. Vi llegar madres con hijos muy pequeños y otros no tanto a ver el espectáculo del descuartizamiento.
Sin embargo, mas adelante, cuando estaban ya timbrándonos los boletos por la garantía de retraso, un fuerte ruido bajo el piso y nuevamente el tren para. El asistente sale y mira bajo las ruedas y al volver nos dice «Era solo un gran perro» y todos tristes. Más tristes aun cuando un perrito sin sus piernas traseras en una improvisada silla de ruedas le ladraba a los carros.
Ya una vez había conversado esto con un siquatra amigo. Podría pasar por al lado de alguien pasando penurias y no sentir urgencias, pero si veo un indefenso perrito sufriendo, las pesadillas me persiguen por mucho. Su respuesta fue bastante simple. Estamos acostumbrados ya a ver horrores en cada una de nuestras acciones, en cada noticia, que quedamos inmersos en un trauma post guerra, pero esta vez eterno.
Alguno ha pensado que para contar los muertos de Asia deberiamos llenar un par de veces el estadio nacional en un clásico del domingo hasta las banderas?.
¿Inhumanizandonos?.