Mucho tiempo sentado, si no es en la Universidad, es en las salas de estudio, o frente a mi estación de trabajo en la empresa o en la casa. Pero demasiado tiempo sentado. Tanto es así que últimamente he comenzado a sentir las repercusiones en mi espalda, débil que ya no se puede ni mi propio peso y luego de una hora de caminata comienzo a sentir el agotamiento.

Mi peso siempre ha sido discusión abierta. Acostumbrado a ser una pluma casi toda mi vida, hace diez años (cuando era un mozalbete de 18) mi relación era 1.70 de altura y (agárrense) 56 kilos. Hoy, los diez años mas tarde, el mismo 1.70 de altura pero con 64. Y los siento, ya no vuelo por los aires, siento que cada paso hace temblar la tierra comparado con mi sensación de flotabilidad anterior.

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Camino a «Calama».

Salud y vanidad me han hecho volver a las canchas. Junto a Basilio nos hemos puesto de acuerdo de, al menos, salir a correr todos los días. Y ayer comenzamos con una caminata de unas 6 horas vagando por Concepción, a tranco fácil y relajado, reconociendo terreno por el cual estableceremos la ruta de regreso a nuestros estados físicos óptimos.

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Un moscardoncillo en un Agapanto

Partimos como siempre desde el Café Colombia, nuestro segundo hogar, hacia la Universidad de Concepción llegando a la cancha ubicada en la cascada, detrás de Forestal, mejor conocida como «Cancha Calama» por situarse en altura. Seguimos vagando por toda la universidad, el estadio, camino Einstein, cabinas y de vuelta a Víctor Lamas, Prat, Padre Hurtado, Carrera, Paicavi y de vuelta en Plaza Perú.

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Un sasquash autóctono de los cerros universitarios

Va ser una largo tramo, entretenido, hermoso, natural y urbano.